Angelica Pino, coordinadora del proyecto “Movilizando a los Hombres por la Paz Feminista” de WILPF, entrevista a Diana Salcedo (directora de la Liga Internacional de Mujeres por la paz y la libertad (LIMPAL)/WILPF Colombia) sobre su experiencia al haber crecido en Colombia, el poder de las campañas de las redes sociales, el impacto que las masculinidades militarizadas tienen en los hombres, las mujeres y la comunidad LGBTIQA+ en Colombia y los esfuerzos de las pacifistas feministas.
P: Colombia tiene uno de los ejércitos más grandes de América Latina y recientemente ha comenzado una de las campañas de reclutamiento más extensas de su historia. En este marco, ¿cuáles son las estructuras institucionales primarias que apoyan las masculinidades militarizadas en Colombia?
Gracias Angélica y gracias también por la invitación para poder compartir estas problemáticas que ocurren en Colombia y que se irradian a la región de América Latina. En efecto Colombia tiene uno de los ejércitos más grandes de América Latina vinculado y basado en la necesidad de garantizar la seguridad militarizada por la historia de un conflicto de larga data en Colombia
En este momento, con las campañas de reclutamiento hemos visto que las instituciones que más promueven este tipo de propuestas, por supuesto, son las mismas fuerzas militares, pero también se fundamentan en su trabajo relacionado con las instituciones educativas. Recientemente ha salido un decreto presidencial que pone la gratuidad en todas las escuelas de las fuerzas militares, lo cual implica que ya las personas no van a tener que pagar por ingresar a esas escuelas. Con las deficiencias del acceso a la educación universitaria en Colombia, esta resultará una muy buena opción para quienes están en mayores niveles de exclusión, y aumentará también el atractivo del ingreso a las fuerzas militares.
P: Realmente es muy complicada la situación. Pero LIMPAL (WILPF Colombia) ha hecho cosas muy interesantes para contrapesar estas campañas. Ustedes tienen una muy fuerte presencia en las redes sociales, así que han creado una campaña en contra del reclutamiento, llamada “Jueves antimilitaristas”, que se ha hecho muy popular. Cuéntanos cómo nació esta idea y el impacto que ha tenido.
En particular lo asociado a la vinculación de las mujeres a las fuerzas militares, pero también de reflexiones estructurales en torno a lo que significa el impacto de la militarización en la vida de las personas y particularmente de las mujeres. Los Jueves Antimili surgieron como la opción a las múltiples formas de ideologización de las redes sociales que utiliza la estructura militar para hacer favorable y legítima estas propuestas de vinculación de las mujeres a las fuerzas militares. Los “Jueves antimilitaristas” son una propuesta de lograr posicionar en un escenario que es muy complejo, las redes sociales, temáticas que no se estaban abordando suficientemente en la agenda de las mujeres y la agenda feminista. Los “Jueves antimilitaristas surgieron como la opción a las múltiples formas de ideologización de las redes sociales que utiliza la estructura militar para hacer favorable y legítima estas propuestas de vinculación de las mujeres a las fuerzas militares.

Nosotras, a partir de esta estrategia, hemos vinculado mensajes asociados no solamente a las violencias que se generan y se perpetran contra las mujeres en las fuerzas militares, sino también que contrarrestan el impacto de la lógica cultural e ideológica de la militarización que promueven. Por ejemplo, el uso de prendas militares por civiles, la utilización de un lenguaje militarista, no solamente en lenguaje verbal sino también simbólico. Todos estos elementos están incluidos en los “Jueves antimilitaristas”, porque buscamos con ellos que se genere una reflexión y un análisis crítico a todo lo tocante a los sistemas de militarización del país.
P: Muy interesante y muy ligado a la investigación que condujo LIMPAL sobre masculinidades militarizadas, centrándose en la experiencia de los niños y niñas. ¿Qué descubrieron de las formas en que las niñas y los niños en Colombia son militarizados en la infancia, la adolescencia y en la edad adulta?
La investigación la hicimos en tres fases del ciclo vital de hombres y mujeres. Hicimos un zoom sobre cómo se construyen las masculinidades en la infancia, en la adolescencia y en la adultez. Y en particular en la adolescencia nos dimos cuenta cómo a través de prácticas culturales que parecen normalizadas, como como el uso de juguetes bélicos, se está produciendo una estructura de la militarización dentro de la conciencia de la construcción del sujeto masculino. Eso también lo hemos visto en la primera infancia y en la pre-adolescencia, en el uso de juegos asociados a la guerra, a las conductas militares, en particular los juegos de roles, los juegos, los videojuegos y otras prácticas de juegos tradicionales que también no solamente fomentan la competencia, que en últimas es uno de esos principios que busca la militarización.
En eso vimos, por ejemplo, que la cultura de la militarización en Colombia ha llevado a que muchos papás y mamás para el Halloween se sientan muy complacidos de que su hijo pueda llevar un disfraz de un policía o de un miembro del ejército, que son los más comunes en términos de las fuerzas militares. Eso podría notarse como una práctica cultural naturalizada, sin mayor problema, pero cuando vemos cómo eso es asociado, por ejemplo, a decirle a su hijo, es que si usted tiene un uniforme, la gente le va a creer más, o usted va a ser más atractivo para las mujeres o usted va a brindar mayor seguridad a su comunidad, por supuesto todos los niños quieren ser los héroes de la historia. No pasa lo mismo con las niñas. Para las niñas el proceso de militarización es más simbólico, es más a través del imaginario y de la falsa seguridad que otorgan las fuerzas militares o las estructuras militarizadas, sean legales o ilegales, y a la introducción de la seguridad o la estabilidad que pueden generar las relaciones sexoafectivas con personas de las fuerzas militares legales o también personas vinculadas a los grupos armados ilegales que ostentan el mismo poder en muchos de los territorios en Colombia.
P: Es muy interesante y me lleva a la pregunta siguiente. En un país tan militarizado como Colombia, ¿qué importancia tiene la figura del héroe soldado en la sociedad? ¿Qué reveló la investigación sobre las formas en que se apoya y sostiene en la sociedad, a nivel nacional y a nivel comunitario?
La idea del héroe soldado se ha construido no solamente a partir de esto que estaba mencionando desde la infancia, sino también a partir de elementos que se llevan a las comunidades. Por ejemplo, en Colombia son muy comunes las campañas cívico-militares que desarrollan por ejemplo las fuerzas militares en Colombia y que llevan a los territorios esta imagen del héroe, esta imagen del hombre héroe, que implica que por ejemplo muchas personas piensen que es aquel que nos salva, aquel que provee seguridad en las comunidades y que tiene una cercanía con lo que significa la protección de las comunidades.
Adicional a esto, están las campañas mediáticas que han desarrollado los gobiernos en América Latina, en particular en Colombia, donde se pretende posicionar esta idea del respaldo social frente al héroe que está salvando la patria, frente a esta persona que está dejando su vida en favor de y en el cuidado de las personas de la comunidad. Además, están los incentivos que otorga el Congreso de la República en Colombia para los ascensos a diferentes escalas jerárquicas dentro de las fuerzas militares que van acompañadas de todo un performance con la entrega de medallas, con la entrega de elementos simbólicos que reconocen la heroicidad de ese varón que está ahí en armas y con un uniforme legítimamente sustentado por el Estado y por los gobiernos.
También se exacerba la identidad nacional a través de símbolos como la bandera, el himno nacional, el juramento a la bandera, que son textos que llevan un contenido absolutamente militarizado, y se recuerda que toda la sangre que se derrama en la guerra es producto de esos héroes que dejan la vida por los demás. Vuelvo y repito como lo decía anteriormente, ¿quién no quiere ser un héroe? Entonces, tocar ese punto de la masculinidad activa es una cosa que nosotras desde los feminismos hemos visto y es las relaciones de poder desiguales, y si estas relaciones de poder además se sustentan en relaciones militarizadas pues tenemos este atractivo simbólico para los sujetos construidos en la masculinidad.
P: Pasando al tema ahora de las normas sociales, ¿de qué manera la investigación que ustedes llevaron a cabo confirmó o aportó nuevos ángulos a este análisis sobre cómo las normas de género están también conectadas a la militarización?
Las normas o los arreglos de género que hemos visto en las diferentes escenarios que abordó la investigación, por ejemplo, muestran cómo desde los sistemas educativos se promueven este tipo de normas en donde los varones tienen una predominancia no solamente en el uso, por ejemplo, de la voz, sino también en la representación política que está asociada y en la representación pública que está también asociada a esta imagen de los binarismos que ha construido la sociedad patriarcal y militarista, el bueno y el malo, pero también lo público y lo privado, y en ese sentido, quién tiene más herramientas para lo público.
Y ahí los arreglos de género que se presentan dentro del sistema educativo promueven no solamente las experiencias de los hombres como el neutral, sino las voces masculinas como muestra de certeza, de experiencia y de valor. A las mujeres digamos que nos cuesta muchísimo más acceder a ese tipo de escenarios en estos niveles educativos. Por otro lado también frente a las estructuras políticas hemos visto todo otro tipo de arreglos de género, como quiénes son las personas que están al mando de las fuerzas militares? Generalmente son varones, generalmente son hombres que llevan muchos años dentro de las fuerzas militares y generalmente son hombres heterosexuales, blancos o mestizos de clase media que han logrado escalar en la escala social dentro del ejército nacional o dentro de las fuerzas militares.
Eso significa en muchas ocasiones que son también personas que van a dejarlo todo por mantenerse en ese estatus, incluyendo si eso significa pasar por encima de mujeres que puedan tener su misma capacidad para ejercer un rol de mando. Estos arreglos además están relacionados con el tema de la sexualización de los cuerpos de las mujeres al interior de las fuerzas militares y de las estructuras militares, tanto legales como ilegales, en donde por supuesto son entendidas las mujeres desde una lógica masculina y heterosexual de dominación y dominio sobre la sexualidad de las mujeres. Este es otro tipo de arreglos de género que hemos visto en estas estructuras y recientemente también un poco visibilizando algunas herramientas y estrategias que están usando las fuerzas militares con el Purple Wash, en donde pretenden utilizar los lenguajes, las agendas y las estrategias de los movimientos feministas y de mujeres para acercar a las fuerzas militares, en particular las fuerzas legales del Estado, a una mirada supuestamente más reconocedora del rol de las mujeres.
P: Es muy complicado, la apropiación de la agenda feminista para sus propios fines. Esto es muy difícil de contrarrestar, con la marea autoritaria y militarista que está inundando Latinoamérica. En este sistema de arreglos de género, como lo llamas tú, ¿puedes contarnos cómo fue tu experiencia personal de crecer en Colombia? ¿Y cómo caracterizarías tú el impacto de estas masculinidades militarizadas en las comunidades LGBTIQA+ y en otras comunidades en Colombia?
Sí, pues creo que esa es una pregunta muy interesante porque una se acerca desde un lugar situado a este tipo de investigaciones, incluso para la vida propia. Cuando era pequeña quería ser una mujer empoderada, con poder de movilizar. Pensaba que incluso entrar en las fuerzas militares podía ser una opción, pero claro, yo soy una persona que tiene una estatura promedio en Colombia que no llegaría a el estándar que requieren las fuerzas militares para entrar. Entonces siempre fue una discusión en torno, por ejemplo, a mi estatura para poder acceder a ciertos lugares, como ese, por ejemplo. Por otro lado, creo que también siempre hubo un imaginario de ellos son los que tienen el poder, porque los veía en la calle, los veía donde habían problemas, supuestamente solucionándolos, los veía donde estaba el poder económico y el poder político y además sabía que tenían unos beneficios por ser quienes eran. Yo crecí en un hogar pues con muchos déficits económicos, con muchas carencias y eso significaba que viera esto como un referente de lo que podría ser el salido de la pobreza, ¿no? Y creo que esa es una historia que muchas personas vivimos en Colombia. Luego ya ahora en mi edad adulta, donde me identifico como una mujer lesbiana, donde hago un activismo desde esta orilla también y además una mujer feminista, por supuesto que veo el impacto de las fuerzas militares dentro de la comunidad y las personas LGBTIQA+, porque estas personas que yo en mi niñez veía como las que cuidaban y protegían a las comunidades, son justamente las que más impacto negativo tienen en las personas LGBTIQA+, en Colombia. La cantidad de violencia y de abuso, no solamente físico, sino también psicológico y emocional frente a estas personas, en particular, por ejemplo, mujeres trans que ejercen la prostitución o que están en situación de prostitución.
P: Hay muchos casos en Colombia y en América Latina sobre abuso policial y abuso de las fuerzas militares contra la población civil. Según escuché –creo que también esto fue reportado en los medios colombianos–, uno de los cánticos que ha sido comúnmente utilizado por los militares en sus entrenamientos, es algo así como, “Yo nunca tuve novia, y nunca la tendré. Si alguna vez la tuve, los ojos le saqué”. ¿Qué nos indica el uso de este lenguaje en las instituciones militares?
Definitivamente este tipo de cánticos que además se vuelven comunes y generan niveles de pertenencia a las fuerzas militares muestran cómo la estructura militar está anclada en la violencia contra las mujeres, en entender que las mujeres son cosificadas, que sus cuerpos son para el uso, disfrute y abuso de los varones y que tienen el poder sobre este sujeto, esta cosa. No solamente este cántico que tú mencionas, que es absolutamente provocador y además de feminicidio, esto ya tiene otros niveles, sino otras prácticas que también se dan dentro de las fuerzas militares. Hemos visto en los análisis de las doctrinas militares en Colombia cómo se asocia por ejemplo el arma con la novia, el poder que se tiene sobre una estructura militar con el poder que se tiene sobre la sociedad y en particular sobre las mujeres, y cómo se promueve, por ejemplo, que cuando los batallones del ejército dan salida a los soldados que están ahí, estos soldados puedan ir a buscar parejas sexoafectivas en los lugares cercanos a los batallones. Y las preguntas de “¿Con cuántas mujeres estuvo este fin de semana, ¿Cómo así que usted tiene una novia? Pero si es que podemos tener muchas mujeres”. Todo este tipo de cosas que están ancladas también a las conversaciones que se producen en el entorno militar, generan o reflejan más bien esto que tú estabas mencionando en la canción. Y por supuesto no solamente son violencias físicas que pueden terminar en feminicidio, sino que también son violencias simbólicas contra las parejas de quienes están en las fuerzas militares y violencias además económicas, patrimoniales, que combinan todo este conjunto de violencias que en muchos casos desafortunadamente han llegado a los feminicidas ocasionados por las mujeres que no logran salir de ese ciclo de violencia tan atroz.
P: Ya has hablado un poquito de las formas en que se normaliza la violencia sexual en el país y también en las instituciones militares. Ustedes descubrieron cómo abordan los militares las acusaciones de violencia sexual contra sus miembros . Cuéntanos un poco de la investigación.
La investigación viene de un trabajo anterior y posterior que hemos venido haciendo con la Acción Colectiva de Objetores y Objetoras de Conciencia, ACOOC, en donde hemos visto cómo los procedimientos internos dentro de las fuerzas militares buscan la desestimación de este tipo de casos, buscan que no lleguen a la luz pública justamente porque van en contra de la idea de ese héroe soldado. Pero porque además dejan una huella y una trazabilidad de situaciones de violencia contra las mujeres que luego podrían ir en cuestionamientos hacia la propia estructura militar. Entonces, claro que todas las fuerzas militares, no hay una sola que no tenga un protocolo para los casos de violencias basadas en género y contra las mujeres, no hay una sola que no tenga una ruta de atención a violencias basadas en género, pero cuando tenemos la posibilidad de hacer las preguntas a estas instituciones frente al grado de efectividad y al impacto que han tenido estos protocolos, simplemente dicen es muy bueno simplemente dicen es muy bueno y efectivo porque no tienen casos.
Las fuerzas militares en Colombia son de las instituciones que más recursos destinan a la formación en derechos humanos y en derechos de las mujeres, sin embargo – y es lo que estamos viendo ahora con la investigación que estamos haciendo con ACOOC de violencias invisibles en las relaciones sexoafectivas con miembros de las fuerzas militares – estas situaciones de violencia son muy comunes al interior de las familias donde hay un miembro de las fuerzas militares. Y eso nos lleva a ver que la realidad de la situación, del impacto que tienen los protocolos al interior de las fuerzas, pues no son reales, no es un impacto real ni que esté salvando vidas de las mujeres que están en relaciones sexoafectivas. Además, porque esos protocolos y esas rutas no logran llegar a otras formas de violencia que no son las asociadas a la violencia sexual o la violencia física. Muchas de las mujeres que tienen relaciones sexoafectivas con militares nos dicen, él nunca me ha pegado, pero todo el tiempo me está recordando quién es él y lo que significaría que él dijera que yo tengo un problema sexual o que mi cuerpo es de tal manera o que yo no soy una buena mujer.
P: Hemos hablado antes de las instituciones formales de Colombia. ¿Qué ocurre con los grupos armados? ¿Cuál ha sido la situación de las mujeres en esos espacios? ¿Hay violencia contra las mujeres? ¿Qué se ha hecho en ese espacio?
Por supuesto que, como todas las organizaciones, procesos y estructuras sociales basadas en la jerarquía, los niveles de violencia se dan porque hay relaciones de poder que son desiguales y ahí las prácticas de violencia contra las mujeres se exacerban y se incrementan. Nosotras no podríamos decir en Colombia, porque no hay un estudio justamente que aborde profundamente las violencias que se producen en el marco de los grupos armados, pero lo que sí podemos señalar es que son estructuras militarizadas que en muchas de las ocasiones siguen los mismos patrones de las estructuras militarizadas formales, no por el hecho de ser un grupo insurgente, dejan de ser un grupo que esté armado. Y donde hay armas y donde está la presencia del sistema militarista y militarizado, por supuesto que hay comisión de este tipo de violencias.
Una investigación que promueve la Jurisdicción Especial para la Paz se está llevando a cabo para evidenciar cuáles son los impactos de la violencia sexual en las fuerzas militares y en los grupos armados ilegales, en particular en las FARC, y cuál es el impacto en las comunidades. Sin duda, las investigaciones producto de este análisis serán fundamentales para comprender la magnitud del problema entre los grupos armados ilegales y los grupos legales del Estado.
P: Ahora centrémonos en algo más positivo, como la labor que están realizando con niños y niñas y con jóvenes a nivel comunitario, por ejemplo, o en los colegios. ¿Han podido desarrollar nuevas estrategias de trabajo en esos espacios en base a la investigación desarrollada?
Sí, nosotros estamos introduciendo a través del análisis desde el feminismo antimilitarista una concepción distinta de considerar las relaciones de poder y las relaciones sexoafectivas y románticas con miembros de la fuerza pública. Estamos trabajando en la reconceptualización de la heroicidad, en cómo pensamos en nuevos héroes que no estén asociados a las armas, cómo deslegitimar también el uso de las armas como una opción para la tramitación de los conflictos, y también cómo modificamos en el diálogo y en las pautas cotidianas de crianza esos imaginarios de la sostenibilidad o la grandeza de las fuerzas militares. Por supuesto, esto no es un tema fácil de abordar ni en los sectores educativos, ni en un país altamente militarizado que sigue dejando un alto presupuesto de la nación para fortalecer y contribuir a robustecer las fuerzas militares en Colombia, ni pues un país en donde se siguen dando estas prácticas de reconocimiento y de exaltación de la figura militar. Sin embargo, creemos que cada vez hay más grupos críticos que generan conciencia acerca de estos temas y, por supuesto, que están asociados también a la construcción de nuevos marcos de interpretación de lo que como hombre en una sociedad militarizada.
P: ¿Cuáles son tú pensamientos sobre el activismo feminista por la paz en Colombia? ¿Ves un espacio para crear alianzas con hombres dentro de este activismo? ¿Cómo es que ustedes trabajan con hombres a nivel local? ¿Cuáles son las posibilidades y los desafíos en ese espacio?
Nuestro trabajo directamente con los hombres es muy limitado, nosotras consideramos que el trabajo con las mujeres es nuestra prioridad. De manera subsidiaria trabajamos con algunos grupos de hombres en los territorios, especialmente hijos de mujeres con las que nosotras ya venimos trabajando y grupos mixtos de jóvenes que están también vinculados a otro tipo de procesos de defensa de derechos humanos, derechos ambientales, culturales. No hacemos un trabajo directo con hombres adultos en las comunidades, especialmente porque ahí los patrones de crianza y de construcción masculina impiden que podamos tener desde esta mirada crítica feminista y antimilitarista un diálogo que pueda generar transformaciones reales.
En ese sentido, hemos optado por trabajar con algunos hombres aliados que todavía siguen siendo mínimos frente al cambio social que se requiere, siempre desde la consideración de que son los hombres los que deben generar y promover espacios autónomos y propios para la reflexión en torno a la masculinidad, y no desde el presupuesto de que las mujeres tenemos que promover prácticas pedagógicas de transformación de los varones. También, por supuesto, que acercarnos a estos procesos ha hecho que encontremos algunos actores aliados, especialmente quienes están vinculados a la defensa de otro tipo de agenda de derechos y también, como es el caso de nuestra alianza con la Acción Colectiva de Objetores y Objetoras de Conciencia (ACOOC), quienes están vinculados a la objeción de conciencia.
Hace poco el LIMPAL, en colaboración con la ACOOC, lanzó un libro titulado “Confrontando masculinidades militarizadas: militarización social y cultural de las masculinidades en Colombia, el país más guerrerista de América Latina”. Este es un texto producto de la reflexión que hicimos en el marco de la investigación de este proyecto, pero que aborda algunos otros elementos más allá de la investigación y que están relacionados con el posicionamiento de la agenda política alrededor de la objeción de conciencia; no solamente por los varones, sino también desde el sujeto mujer, y confrontar no solamente la militarización en las prácticas cotidianas, sino también confrontar los sistemas militaristas. Y es un primer acercamiento a la discusión en torno al vínculo entre los sistemas económicos capitalistas, los sistemas patriarcales y los sistemas militaristas, que, en últimas, reproducen la violencia frente a los sujetos; y los sujetos con mayores niveles de opresión, que principalmente resultan siendo las mujeres. Es así como esta investigación aborda más en profundidad los diferentes momentos de la vida, del ciclo vital de los varones en donde se construye esta masculinidad y cuáles son las consecuencias de esa construcción de la masculinidad militarizada desde temprana edad.
P: Una pregunta final, Diana. Como activista feminista por la paz, ¿qué te da esperanza? ¿Cómo crees que se puede construir una paz sostenible en Colombia?
Sin duda nos dan esperanza los múltiples rostros y experiencias de mujeres que vemos en diferentes lugares del país y del mundo confrontando la guerra, oponiéndose a las estructuras guerreristas, militares, patriarcales, de poder. Nos da esperanza ver la posibilidad de transformar. Es un largo camino, por supuesto, el de transformar las democracias en democracias que no intenten salvar las estructuras a través de la opresión de los sujetos, sino que realmente se puedan construir procesos colectivos que permitan habitar este mundo en condiciones de dignidad. Nos da esperanza la juntanza entre las mujeres, la posibilidad de tejer redes feministas que confronten estas formas del patriarcado, y hagan visibles las múltiples mutaciones del patriarcado y del militarismo que pretenden introducirse dentro de los movimientos y las agendas sociales.
Muchas gracias, Diana. Ha sido un placer conversar contigo, como siempre, y aprender sobre todo lo que LIMPAL está haciendo en Colombia. Yo creo que el impacto del trabajo de ustedes es extremadamente importante para América Latina y para el resto del mundo también; un mundo feminista.